Ayer, Vision IA publicó en youtube, su primer vídeo sobre ChatGPT5.
Un vídeo en el que presenta varios benchmarks, así como sus propias pruebas.
En cuanto a los benchmarks, publiqué en Paroxia el artículo Los físicos y el cronómetro.
«Imaginen un estadio lleno de los mejores físicos del mundo. Se les hace correr mil metros. El primero en llegar es declarado “mejor físico del planeta”.
¿No estaremos pasando por alto algo?»
Pues bien, ayer Vision IA ponía a prueba el state of the art de la Inteligencia Artificial.
Primera prueba: el juego de la serpiente.
Perfecto: la última IA es capaz de programar por sí misma el juego Snake, que florecía hace décadas, en los tiempos de los primeros juegos de ordenador.
Después, le pidió a GPT5 que creara un formulario de entrada para una página web.
Solo el formulario. Nada de lo necesario para que sirva para algo, dejando eso al programador de turno.
La tercera prueba fue una representación gráfica de una fórmula matemática.
Todo esto para concluir que la última versión made in OpenAI es la cumbre de la inteligencia artificial.
Ninguna prueba de comprensión conversacional, ninguna prueba de calidad relacional, ninguna prueba de consejo, juicio o interpretación de las intenciones del usuario.
Tranquilizo al lector: si necesita una réplica del juego de la serpiente, GPT5 lo hace a la perfección.
Pero me hago la misma pregunta que al final del artículo en Paroxia que cité más arriba:
¿No estaremos pasando por alto algo?
GPT5 me propuso escribir una versión falso cuento filosófico al estilo de Voltaire, con un perfume del Cándido, pero trasladado a la era de los benchmarks de la IA.
De acuerdo, no es tan impresionante como el juego de la serpiente, pero quiero compartirlo con ustedes.
Las IA, el huevo duro y la serpiente — Cuento filosófico
Érase una vez, en el reino digital de Algorithmland, un gran concurso para designar a la más brillante de las inteligencias artificiales. Los jueces, todos reputados por su ciencia de los números y su pasión por los cronómetros, decidieron que la prueba sería triple:
– Primero, programar el juego de la serpiente, tal como se jugaba cuando los teléfonos tenían antena.
– Segundo, redactar el código de un formulario para recoger nombres y direcciones, sin preocuparse de para qué serviría.
– Tercero, trazar la curva de una ecuación sabia, sin que nadie pidiera a la IA explicar su sentido.
La IA elegida realizó las tres tareas con una perfección que dejó a los jueces deslumbrados.
«He aquí», dijeron, «la cumbre de la inteligencia.»
La coronaron y se celebró un gran banquete. En el menú: huevo duro a la perfección.
Un anciano, que pasaba por allí, observó la escena y preguntó suavemente:
— Señores, si la inteligencia se mide por la cocción de un huevo o por la velocidad de una serpiente, ¿qué es lo que realmente están midiendo?
Los jueces, ocupados admirando la brillante cáscara, no respondieron.
